Agradezco al autor de Pompa y Circunstancia: Diccionario sentimental de la cultura inglesa (2014), La vista desde aquí. Una conversación con Valentí Puig (2017) y de Comimos y bebimos. Notas de cocina y vida (2018), la amabilidad al revelarnos parte de sus “fuentes”. Cojan papel y lápiz.
Gusto neoclásico, Mario Praz; Miss Giacomini, Miguel Villalonga; Miércoles de ceniza, T. S. Eliot.
De aquí te pillo, aquí te cojo, que diría Valentí Puig, pero nada como ser dominguero de uno mismo y pasarse el fin de semana leyendo y sesteando.
Ser gran bibliófilo no equivale a ser gran lector. No me gustan los libros impolutos. Se tiene que notar que los libros son o han sido de alguien. Un libro que no parezca leído tiene siempre algo triste.
Hay escritores muy buenos que no nos gustan y escritores no tan buenos que nos encantan. No creo que pase nada.
Es un sistema tan complejo que, al final, creo que resulta arbitrario.
Espléndidas terceras de ABC de, por ejemplo, Jiménez Lozano sobre el mes de octubre, Valentí Puig sobre el verano o Eduardo Jordá sobre la Navidad.
Notablemente con Rayuela, pero también diré que de picar en los libros se aprende mucho.
Virgilio. Con él empezó todo, que dirían hoy.
La generosidad intelectual es un deber. Por otra parte, hay talentos que admiramos y – a la vez- nos dejan indiferentes.
Si miramos las nuevas hornadas, ¿se mantiene la buena literatura de los diplomáticos?
No pensaba en publicar nada, claro. ¿Dónde? Con 19 años pasé un verano entero puliendo una crónica sobre la asistencia a un concierto -en realidad, bastante inenarrable- de una especie de grupo punk portugués. A ciertas edades no se tira el tiempo.
Hay una preocupación por la prosa y por España: no hemos avanzado tanto en un siglo. A la vez, eso que llama ud. “mi generación” está toda en el columnismo político y yo hace tiempo que no. En cuanto a los elogios, los carga el diablo.
¡Me alegra que me haga esa pregunta!
Me siento un poco Antonio Gala diciendo estas cosas, pero a “Comimos”, que parecía que, en vez de escribirlo, se me hubiera desprendido al caminar, ahora le tengo un afecto tremendo. Así de volubles somos. “Pompa” fue el último esfuerzo de mi juventud, aunque entonces no lo sabía.
Creo que es bueno que en la escritura haya filo y malo que haya sangre. En todo caso, detesto el escándalo: quien lo busca, quien lo provoca, quien desea encontrárselo, quien lo aventa, etc. Puajh.
El siguiente tomo sí. Pero es posible que se cuele una cosa -quizá dos- antes. O no: ojalá la pereza fuera uno de esos derechos de nueva generación.
No pensar en eso debe de ser de las pocas ventajas de escribir libros frente a fabricar yogures.
No soy aquel.
No frecuento cafés, porque creo que ya no hay, y porque me pone nervioso hacer poco gasto al pobre hostelero si me pongo a leer dos horas con un café solo. Y a los bares voy a beber. Si Zahara, en Gran Vía, sigue abierto, lo recomiendo. De joven pasé muchas horas en ese lugar, grande y sin relieve, donde nadie te molestaba y podías mirar egoístamente el botín libresco.
Moralmente.
La Biblia, aunque no de seguido
No la recuerdo. Sí recuerdo -pero no era la primera lectura- una Biblia ilustrada, precisamente.
Alain Fournier
Fallan más los lectores que los libros
Me acaba de llegar Una conversación -Daniel Capó y Nadal Suau en conversación con José Carlos Llop.
Hubiese estado bien ser un secundario borroso en algún libro de Ramón o de Pla.
El topo, aunque me gustaría volver a ver El hombre que pudo reinar.
Las Notas de Inglaterra de Taine.
Dios me libre de tal cosa
Uno mío, porque, total, ya me lo sé
Pues no tengo ni idea, pero si me encontrase, qué sé yo, el “Sermon sur la pénitence” del padre Bourdaloue, me quedaría perplejo.
Muchas, pero “testigo lúcido” y “propuesta arriesgada” serían especialmente odiosas.
Bastaría con uno de esos que dicen que la literatura “nos salva”.
No recuerdo. Sí recuerdo algún desembolso notable, como las obras de Ortega o Los trovadores de Martín de Riquer y que hoy no haría ni loco.