Cuando escribí La gran aventura del Reino de Asturias, libro que narra los primeros compases de la Reconquista, me topé con una historia que me dejó fascinado: la de Omar ibn Hafsún, un rebelde que se alzó contra el poder de Córdoba, se convirtió al cristianismo, que fue la religión de sus padres, y creó su propio señorío en Bobastro, en la serranía malagueña, frente al poder musulmán. Todavía es posible visitar las ruinas de Bobastro. Ahora he encontrado un libro que novela la impresionante aventura de este hombre: El señor de Bobastro, de Bernabé Mohedano. Novelar la España del siglo IX es una tarea muy compleja por lo escueto de las fuentes (yo mismo lo he sufrido en libros como El reino del norte o Los demonios del mar). Mohedano pasa el examen con muy buena nota. Queda por decir si Omar ibn Hafsún merece una novela. Y sí, sin duda: es uno de los personajes más extraordinarios que ha dado la Historia de España. Debería ser obligatorio conocer su vida. El ejercicio de Mohedano es una excelente herramienta.
¿Y qué hizo Omar? Omar era muladí, es decir, un hispano convertido al islam. Había nacido en una noble familia de origen godo –los Hafs- con propiedades en el área de Parauta, en la serranía malagueña de Ronda. El padre de Omar murió bajo las garras de un oso. Nuestro protagonista tenía, además, dos hermanos. Podemos imaginar su vida como la de cualquiera de los miles de muladíes que, después de 711, dejaron de ser godos cristianos para convertirse en hispanos musulmanes: la conversión les permitió mantener sus propiedades y su posición social, que de otra manera habrían perdido. Pero la invasión musulmana no iba a traer sólo una religión distinta y unos jefes nuevos, sino también grupos étnicos y sociales que se comportaban como los amos del país. Y aquí es donde la vida de Omar se complica.
Hemos de situarnos en algún punto de la sierra malagueña hacia el año 880. Entre sus riscos pasta el ganado de la familia Hafsún. Pero hay más ganado y más ganaderos: los bereberes se han atribuido derechos. Y uno de esos pastores bereberes comienza a robar las reses de la familia Hafsún. Omar lo descubre y persigue al ladrón. Le da caza y los dos ganaderos se enfrentan. En la refriega, Omar mata al ladrón berebere. Nuestro protagonista sabe que se ha metido en un lío serio: ante la justicia del emir, un berebere siempre será más favorecido que un muladí. No le queda otra opción que huir. El fugitivo se esconde en el alto Guadalhorce, en el desfiladero de los Gaitanes. Allí se elevan las ruinas de un viejo castillo: Bobastro, que será la inexpugnable base de operaciones de Omar. El príncipe bandolero retorna a Bobastro. Con ayuda de un tío suyo logra movilizar una partida de muladíes, mozárabes y hasta bereberes: a todos les une su animadversión hacia la aristocracia árabe. El viejo castillo se convierte en una fortaleza. La partida de bandidos crece hasta ser un auténtico ejército. Omar tiene un mote: “el capitán de la gran nariz”.
Ahorramos detalles que destriparían la novela. Limitémonos a señalar que, como guerrillero, Omar dio muestras de un talento militar implacable. Su territorio llegó a extenderse por buena parte de la sierra de Málaga y hasta las provincias de Córdoba y Sevilla. Era un verdadero estado. Hacia el año 899, Omar se convierte al cristianismo y se bautiza como Samuel. Construye en Bobastro una iglesia mozárabe (aún existen sus restos) e incluso nombra un obispo local. Omar morirá en 917, invicto. Bobastro no caerá hasta el año 928 bajo la presión militar del califato de Córdoba.
Un detalle final: cuando Abderramán III logró al fin tomar Bobastro, ordenó desenterrar el cadáver de Omar y colgarlo de la muralla. Una hija de Omar ibn Hafsún, Argéntea, fue llevada a Córdoba y obligada a abjurar del cristianismo. Pero la hija del rebelde se mostró tan orgullosa como su padre: no abjuró de su fe. Abderramán ordenará degollarla. Era el 13 de mayo de 931. Hoy recordamos a esta brava mujer como Santa Argéntea, virgen y mártir.
¿Hay o no razones para leer este Señor de Bobastro de Mohedano?