«André Leon Talley alimentaba la idiosincrasia elitista que sustenta la imagen de “intocables” de las revistas de moda. Y ese mundo le parecía perfecto. Excepto cuando se giró contra él.»
Hace poco más de dos año, Martín Torres (editor) y Pau Masaló (arte) decidieron fundar Superflua, una editorial centrada en biografías y crónicas canallas sobre el mundo de la moda. Se presentan como una editorial de libros en castellano con la mirada dirigida hacia lo que llaman “narrativas” sobre la industria del vestir. Libros bien elaborados, bien traducidos y bien editados: “Narrativa al modo anglosajón, que es más amplio que el español. ‘Narrativa’ como forma de contar una historia al estilo Histoires de la mode, de Didier Grumbach, uno de los mejores libros de historia de la moda”, término que les permite, a la vez, no ceñirse al ensayo periodístico, sino también a las memorias.
Una industria la de la moda que, para los no familiarizados, es parte fundamental de la economía en España con un peso considerable en el PIB. Una industria con tantas funciones como definiciones. A través de las visiones críticas escritas por voces autorizadas que trabajan para medios como The New York Times o Le Figaro, Superflua narra la evolución formal a lo largo del tiempo de la industria del vestir: cómo se desarrolla y proyecta ideas en las formas, el diálogo entre diseñadores, influencias, épocas…. Martín Torres me cuenta que uno de los libros que le inició en este interés, ya de adolescente, fue La conspiración de la moda (1988), de Nicholas Coleridge, “un trabajo de campo periodístico sobre toda la cadena industrial de la moda”. Tras Coleridge buscó afanosamente en librerías españolas otros interesantes títulos en nuestro idioma, que ya atesoraba él en otras lenguas en su biblioteca, como la biografía sobre Yves Saint Laurent escrita por Marie-Dominique Lelièvre, Saint Laurent, chico malo, ejemplar que era imposible encontrar al otro lado de los Pirineos. Así fue como detectó el vacío existente en nuestro país sobre este nicho editorial y se lanzaron a editar ellos mismos esas historias: “Es lo que, desde entonces, he estado buscando: libros bien informados y narrados. Aquí se editan ensayos de corte más académico o técnico sobre moda, pero no ensayo periodístico”.
Con Martín, desde la sede de Superflua, en un piso situado en el Eixample barcelonés, conversamos sobre los títulos que hasta ahora acoge el catálogo de esta novedosa editorial, que junto a Pau selecciona cuidadosamente. ¡Y con buenas nuevas! Por fin publicarán a un autor español. Era uno de sus objetivos, dar voz a escritores y periodistas de aquí. Y ya les adelanto que les va a encantar… Antes, el 10 de marzo, verá la luz En las trincheras de la moda, las memorias de André Leon Talley, exeditor de moda de la revista Vogue USA, uno de los libros que más expectación ha levantado, todo un best seller en Estados Unidos.
En definitiva, para aquellos que aman la moda y para quienes “la moda es la vida” tratada de un modo ligero, cosmopolita, desapasionado e indolente, Superflua será su editorial favorita… Porque, no lo olviden, el conocimiento de lo superfluo es imprescindible.
Del mismo modo en que la lectura despierta el deseo de escribir, también produce el de editar. Uno edita porque le gusta leer, aunque en este caso su papel sea el de mediador y no el de creador. Dicho esto, no hay en mí vocación, sí gusto por las letras. Ahora me dedico a editar porque tengo un proyecto muy concreto en mente, pero más adelante quizás me dedique a otra cosa.
Aunque nos hayamos centrado en el periodismo de moda, nuestra actividad es la editorial; tiene que ver con los textos, no con la moda. Aunque sí es cierto que, por nuestros contenidos, somos una bisagra entre ambas industrias. En efecto, había un interés temprano por la moda. Cuando era adolescente leí el libro La conspiración de la moda (1988), de Nicholas Coleridge, que era un trabajo de campo periodístico sobre toda la cadena industrial de la moda. El libro me entusiasmó y es lo que desde entonces he estado buscando (respecto a este tema): libros bien informados y narrados.
Sí, aquí se editan ensayos de corte más académico o técnico sobre moda, pero no ensayo periodístico o crónica. Así que hubo un momento en el que decidí cambiar de vida y crear la editorial. Hace unos cuantos años un amigo, Emilio Sánchez, editor de Libros del K.O., me dijo que iba a montar una editorial. En aquel momento me sorprendió que alguien se atreviera a una empresa que creía imposible de financiar. Pero la idea se quedó en mi cabeza. Con el tiempo su proyecto le ha ido bien y ha sido un ejemplo a la hora de decidirnos. Yo había trabajado freelance para algunas editoriales, así que ya conocía el sector. Y Pau también trabajaba como diseñador gráfico y creador de webs.
Aunque suene alejado de lo que hacemos, uno de mis referentes es Jesús Munárriz, de Hiperión. La suya es una editorial “de autor”, es sencilla en la forma pero publica textos de gran calado y calidad filológica, refleja sus obsesiones y está abierta al mundo. Según tengo entendido, creó la editorial para poder publicar a Hölderlin; pues sólo hay que ver lo que ha logrado después, proporcionar al lector en español una gran variedad de tradiciones poéticas. Acantilado también es un referente, en especial por toda la reflexión de los aspectos formales del libro que hizo Vallcorba. Tenía una gran cultura de la historia de la edición y la aplicó de un modo racional sin renunciar a la estética en las varias editoriales que tuvo.
Por un lado, buscábamos un nombre “sonoro”, fácil de recordar, llamativo; luego, jugamos con la idea –cada vez menos común– de que la moda es algo frívolo y prescindible. Pero lo más importante es el sentido “autoirónico”, algo que nos parece fundamental en cualquier actividad vital. En efecto, nos gusta esa paradoja. No sólo la moda es importante (es la segunda industria del planeta), sino que los autores que publicamos están reconocidos como los mejores en su campo. El desinterés que existe en España al respecto nos ha permitido tener un catálogo de primeras figuras.
Publicamos ensayo periodístico sobre la moda y biografías y memorias de sus protagonistas. Como consta en algún rincón de nuestra web, definimos Superflua como una editorial cosmopolita, ligera, desapasionada e indolente. Es nuestra ética y una postura frente al mundo.
Trillar entre la gran cantidad de textos que hay publicados en el extranjero y escoger aquellos que se adapten a la narración periodística crítica y solvente.
Por fin vamos a publicar a un autor español. Era uno de nuestros objetivos, dar voz a escritores y periodistas de aquí. Se trata de Daniel Figuero, que ha escrito un libro muy singular sobre su experiencia, tanto personal como profesional, sobre los perfumes. Daniel aporta una vivencia generacional que mucha gente podrá reconocer, y a la vez dispone de información de primera mano de una industria para la que hace tiempo que trabaja. España debería tener más narradores sobre su historia de la moda; posee un gran patrimonio que no ha sido explicado lo suficiente, o al menos no lo suficiente como para que forme parte del imaginario popular y la cultura como sí sucede en Francia o Italia.
La moda puede tener tantas funciones como definiciones. Sin despreciar el resto de aspectos, a mí lo que más me interesa es su evolución formal a lo largo del tiempo, cómo se desarrollan y proyectan las ideas en las formas, el diálogo entre diseñadores, influencias, épocas… Un punto de vista más historiográfico que, pongamos por caso, económico o sociológico. En los últimos años la moda como industria y sus tentáculos, que es la publicidad, ha crecido de un modo exponencial y ya ocupa un lugar preeminente dentro del showbusiness. Ha fagocitado el Arte (imitando sus estrategias creativas y apropiándose de su prestigio), pero también ha impuesto su modus operandi en ese mercado. Hoy es difícil encontrar un ámbito en el que la moda no esté presente (Lipovetsky habla de “la estetización del mundo” como síntoma). Sólo por ser la segunda industria más contaminante del planeta, la moda es importante.
Hay una cosa que para mí es importante: hoy en día se considera que “todo” está en Internet, y es una impresión falsa; todo está en los libros, y lo que permanece es el papel. Y es en los libros donde se puede encontrar un relato veraz y contrastado, aparte de una interpretación de conjunto, sobre los diferentes aspectos de la moda. Y en otro sentido, la industria de la moda se nutre de muchos elementos. Consideramos que el relatarla alimenta su imaginario, pero para que sea fructífero debe ser un relato crítico; las marcas ya se dedican a crear su propio imaginario interesado (lo que me parece bien), pero luego eso debe ser contrastado y contestado.
La Gauche Divine fue un fenómeno aislado de la burguesía barcelonesa que no ha tenido continuidad porque socialmente España cambió por completo. En los últimos años del franquismo un grupo de hijos de la burguesía catalana tuvo la oportunidad –y la aprovechó– de viajar y empaparse de la primera línea de la cultura europea de entonces; tuvieron el buen tino de importar lo que vieron: en arquitectura, edición, moda, fotografía… Podrían haber dedicado el dinero y la energía en otra cosa, pero se divirtieron trabajando y han dejado un gran legado. Yo soy un absoluto admirador de la obra de muchos de ellos, pero en especial de los escritores. La cuestión es que una vez se restaura la democracia se acaba el aislamiento de España y hay una mayor permeabilidad a la cultura extranjera. Los miembros de lo que se da en llamar Gauche Divine fueron unos pioneros, pero existieron porque se dieron esas condiciones en concreto. Los años ochenta y noventa fueron décadas con mucha energía, con mucho optimismo, había muchas cosas por hacer; parece que ahora esa energía ya no está o ha sido absorbida por la tecnología. En mi opinión el nivel no es tan alto como el que había entonces, pero se siguen haciendo cosas interesantes aunque quizás son más minoritarias.
Seguramente Talley muestra las dos caras de la industria por despecho; si no mostraría sólo una, la del oropel y las celebrities. Pero como fue expulsado de su bastión en Vogue, ahora se siente dolido y se toma la revancha (algo que le ha salido muy bien porque su libro ha sido un best seller en Estados Unidos). Talley formó parte del sistema de las revistas de moda durante cinco décadas; en todo ese tiempo, como cuenta en sus memorias, tuvo momentos mejores y peores, sus peleas con Anna Wintour, etc., pero alimentaba la idiosincrasia elitista y endiosada que sustenta la imagen de “intocables” de ese tipo de revistas. Y ese mundo le parecía perfecto. Excepto cuando se giró contra él.
Sí, parece que en Vogue decidieron prescindir por omisión de sus servicios en la alfombra roja de la gala del MET; esto es, sin avisarle ni darle ninguna explicación, y eso es lo que más le molestó, que tras su lealtad y todo lo que había aportado a la revista lo apartaran a un lado como a un cualquiera.
Sí, él presenta el libro como una declaración de amor, tanto para Lagerfeld como para Wintour, aunque haya acabado peleado con ambos, y aunque en el libro no se muestre tan amistoso… Supongo que debe ser propio de la sentimentalidad cristiana el querer acabar reconciliado con todos. En efecto, fue Anna Wintour la que le dio a Talley el cargo más importante que ocupó nunca en una cabecera de moda. Fueron muy amigos y ella confiaba en él para que la asesorara en cuanto a los vestidos que debía llevar (porque, según él, a ella no le interesaba la ropa, sólo el poder), y en ese sentido él moldeó su imagen. Por parte de ella esa amistad se enfrió y dejó de tenerlo en cuenta, pero él considera que recibió un trato frío e injusto y espera de ella una disculpa.
El problema con un perfume tan famoso, que aún genera tanto dinero y pertenece a una casa de modas tan rica, y sobre todo poderosa, es que hay poco interés para que la verdad se exponga sin problemas (al fin y al cabo es sólo un perfume). Es cierto, la fórmula de Nº 5 ya existía en la Rusia de los zares, y su perfumista —que no debía tener un pelo de tonto— se lo ofreció a Coco tras la Revolución Rusa. Como se sabe, las fórmulas de los perfumes no pertenecen a sus creadores, sino a las casas para las que trabajan, así que en este caso Beaux se apropió de algo que no era suyo y lo vendió como original. Aunque esto es algo que ya se sabía, a la marca aún le incomoda que se airee demasiado este hecho.
A la marca Chanel no le ha hecho ni pizca de gracia la aparición del libro en Francia, donde están considerados como dioses (en parte debido a que son el segundo inversor en publicidad después de Dior). A pesar del gran interés que el libro suscitó en su país (la editorial recibió 500 peticiones de ejemplares por parte de la prensa), este sólo apareció reseñado en algunos periódicos; ninguna revista osó entrevistar a la autora o reseñar el libro. Me parece paradójico que los actuales dueños de Chanel, los nietos de los hermanos a los que Coco intentó quitar la empresa, no sean los primeros interesados en dar la máxima transparencia a un asunto como el antisemitismo de Coco.
Como es bien sabido, Coco Chanel era antisemita. No tuvo ningún escrúpulo de, a través de su abogado, maniobrar para que las acciones de la empresa de perfumes en manos de los hermanos Wertheimer les fueran usurpadas aprovechando las leyes de desjudeización que imperaban en el país bajo el Régimen de Vichy. Además, como en muchas otras empresas, todo el personal judío que trabajaba en Chanel fue despedido. En su investigación, la autora manejó documentos oficiales y personales, no ideas o datos sacados de libros, lo que tiene un componente emocional mucho más elevado. A Marie-Dominique le gusta tanto Coco Chanel que ver un documento tan infame como la carta en cuestión le afectó en lo personal.
Nadie se explica por qué Coco se conformó con sólo el 10% de la empresa de perfumes (el negocio de alta costura sí le pertenecía por completo). Pero es cierto que en aquella época nadie esperaba que un perfume tuviera grandes ventas, y menos que se convirtiera en un éxito. La ambición de una casa de modas era que sus vestidos se vendieran bien, y en todo caso el perfume podía ayudar al negocio. Pero cuando Coco se dio cuenta de que Nº 5 estaba haciendo dinero, se arrepintió del trato que había hecho y empezó un largo litigio y aversión por los Wertheimer, paradójicamente los causantes del éxito del perfume.
Me quedaré con dos diseñadores de mi época. Cuando era joven me gustaba mucho Claude Montana, pienso que es el mejor discípulo de Balenciaga sin necesitar citarlo nunca literalmente. Trabajaba las formas más que los temas. De ahora me gusta Jonathan W. Anderson por su idea de comisariado, de considerar Loewe como una marca cultural. Pienso que es muy inteligente y su apuesta por la artesanía, un acierto.
Para mí la elegancia no depende del género. Elegante es una persona educada.